Si Italia es una bota, la región de Puglia es su tacón. Y desde allí, desde la ciudad de Lecce, se trasladó Giuseppe hasta Barcelona. Llegó hace nueves meses, "en busca de aires más liberales, sobre todo ahora que allí tenemos a Berlusconi", explica tras sus gafas de sol. No le gusta que le digan cómo tiene que vivir porque cree en la libertad y en el sentido común. Allí trabajaba de educador psiquiátrico de adultos. Aquí se busca la vida. En el Fórum, Giuseppe gestiona uno de los objetos más preciados -y envidiados-del recinto: el parque de coches eléctricos que, a todas horas, atraviesan los kilómetros de espacio de un punto a otro.
Sobre el caliente asfalto, estos pequeños automóviles, destinados a los trabajadores, apenas alcanzan los 25 kilómetros por hora, pero son muchos los visitantes que por el rabillo del ojo observan sus paseos por las pistas y desearían subirse a ellos. El amplio espacio y la brisa marina de la Mar Bella dan al recorrido en cuatro ruedas un aire absurdamente aventurero. Un espejismo, y Giuseppe lo sabe.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de agosto de 2004