El pasado fin de semana me desplacé hasta la costa de Levante. El sábado acudimos a una zona en la que un conjunto de bloques de apartamentos protegían la playa. La arena estaba relativamente limpia, aunque con las sempiternas colillas de los cigarrillos. Pero al meternos en el agua la sorpresa e indignación fue mayúscula: estaba llena de plásticos de todos los tamaños.
Increíble lo que estamos haciendo con nuestros recursos. ¿Alguien piensa que con un mar en ese estado el turismo no se va a ver afectado?; y, lo que es peor, la fauna marina pagará otra vez el hedonismo y la falta de responsabilidad del ser humano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de agosto de 2004