Dos operarios, encaramados a sendas grúas gigantes, ultiman con mimo cada detalle del gran pebetero del nuevo estadio olímpico de Atenas, en el que brillará la llama sagrada desde el próximo viernes, el día de la solemne inauguración, hasta la conclusión de los Juegos dos semanas después.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de agosto de 2004