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Crítica:CINE

Polanski a la gallega

En El quimérico inquilino (1976), Roman Polanski consiguió maltratar los nervios del espectador con apenas unos cuantos elementos: un lúgubre edificio, un vecindario un tanto particular, una fotografía de tonos ocres y un protagonista con tendencia a la dispersión mental. Héctor Carré ha intentado en La promesa un ejercicio cinematográfico semejante, obteniendo una hora de cierta tensión, una magnífica interpretación de Carmen Maura, un desenlace bastante marchito y una reflexión sobre la violencia de género demasiado explícita.

El arranque tiene una fuerza considerable gracias a la tenebrosa garra con la que Juan Margallo construye su abrasador personaje, uno de esos maridos que no pegan a sus mujeres, que sólo le dan "un empujón de vez en cuando". La parda tonalidad de la historia se mantiene con el cambio de localización y la inmersión en el pazo gallego en el que Maura comienza a trabajar, y Carré es capaz de convertir una localidad tan paradisíaca como San Andrés de Teixido (A Coruña) en un fantasmal vivero de temores. Sin embargo, a estas alturas, las trampas de guión comienzan a hacer de las suyas, caso de ese pasadizo que no lleva a nada.

LA PROMESA

Dirección: Héctor Carré. Intérpretes: Carmen Maura, Ana Fernández, Juan Margallo. Género: intriga psicológica. España, 2004. Duración: 104 minutos.

Vengadora

Por otro lado, Carré persigue una reflexión sobre el maltrato de la mujer a través de la figura de una "vengadora" de sus compañeras de fatigas. Pero ese retrato resulta algo frívolo y, sobre todo, demasiado explícito, redundante, llegándose a verbalizar las intenciones del personaje en boca de Margallo. Así, la media hora final de la película, que hasta entonces mantenía atmósfera y angustia, se despeña por culpa, sobre todo, de un epílogo carente de credibilidad legal.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de agosto de 2004