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Crítica:BILBAO | LA LIDIA

Rejones de acero a precio de oro

Los tres caballistas de ayer no sólo pegaron un mitin con los aceros. Dejaron entrever más de una trampa, al menos en tres toros. Por ejemplo, promovieron demasiadas carreras de salida al tercero, cuarto y quinto, justamente un toro por cada jinete. Buscaban con ello que gastaran fuerzas los toros a través de un sinfín de galopadas. Al parecer, se trataba de dejarlos aplomaditos para mayor lucimiento de los jinetes y sus monturas. Y como en el pecado llevaban la penitencia, al final, alguno de los toros, acabaron sumamente quedados.

Obviamente, a la hora de los rejones de muerte se hacía muy dificultoso clavar arriba los aceros. Los rejones traseros, los pinchazos y hasta los descabellos, cuando pusieron pie a tierra, además de las pasadas en falso, formaron un grupo que rayaba con una de las más hermosas antologías fallonas que se hayan podido ver en los anales del caballismo.

Espartales / Bohórquez, Hermoso, Galán

Toros de Los Espartales, despuntados para rejones, demasiado gordos, poca fuerza algunos, tres de ellos aceptables, sólo aceptables para el rejoneo. Fermín Bohórquez (silencio y aplausos). Pablo Hermoso de Mendoza, (aplausos -aviso- y ovación). Sergio Galán, (aplausos y ovación). Plaza de toros de Vista Alegre, 14 de agosto, 1ª de feria. Cerca del lleno.

Los ojos de los espectadores se alegraron con determinados momentos, en los que se clavaban banderillas a una y dos manos, se prendían rosas con acierto. Y poco más. Quedan las estampas de varios hermosísimos caballos. Queda la brevísima actuación, pero formidable, trazada por el caballo Campogrande de Hermoso de Mendoza, en el quinto de la tarde. El encuentro entre la cabeza del caballo a pocos centímetros de la cara del toro parecía venir del fondo de los siglos. Formaban un lenguaje que el hombre no puede descifrar. Como resulta difícil descifrar Elías Canetti: "Caballos que no necesitan pienso: se alimentan con el ruido de su galope". Y nada digamos del legendario dicho árabe: "El honor reside en las crines de los caballos".

Mas volvamos desde ese fondo de los siglos a la tarde calurosa de ayer y al mal matar de los caballistas, auténticos pinchaúvas. Tan mal mataron que al público los rejones de acero le salieron a precio de oro. Ciertamente, es raro y chocante que en una corrida de rejones no se efectuara por petición ninguna vuelta al ruedo. Rarísimo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de agosto de 2004