Desde hace algunos años, la calidad de la programación televisiva ha ido decreciendo hasta llegar a la actual, donde brilla por su ausencia. Ya a primeras horas de la mañana, y hasta bien entrada la madrugada, se suceden insistentemente los mismos programas "de actualidad", totalmente idénticos entre sí, diferenciables únicamente por el título de los mismos. Sus protagonistas, cuyas extrañas peripecias a nadie importan, se repiten una y otra vez, las discusiones absolutamente vacías de contenido también y, sobre todo, la futilidad, insensatez y absurdo de sus "tertulias" no varían lo mas mínimo.
Hoy por hoy, encender la televisión y verla así (apagada es mejor), salvo contadas excepciones, puede ser gravemente perjudicial para su salud mental. Ignoro cuándo finalizará esta abyecta moda, pero hasta que suceda, los documentales de la BBC parecen la única alternativa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de agosto de 2004