Me entero de tu fallecimiento el mismo día que mis dos sobrinos y nietos de tu paisano Gervasio, natural como tú y vecino de Monterrubio de la Serena, pasan unas cortas vacaciones. Uno en Alemania, tras terminar Periodismo, y el otro en Moscú, perfeccionando el ruso, después de un agotador trabajo como abogado joven en un bufete de Sevilla. Te cuento esto porque alemanes y rusos te traerán recuerdos de juventud en tu lucha contra los nazis en la Resistencia francesa y toda tu vida política como miembro del comité central del PCE en la clandestinidad, prisión militar, diputado por Sevilla en las primeras Cortes y alcalde de Dos Hermanas, cuyo Ayuntamiento te nombró por unanimidad, hace tres años, hijo adoptivo y predilecto.
Aunque no comparta tu ideología, reconozco tu contribución al retorno de la democracia y tus deseos de justicia y paz junto a miles de españoles. Mi padre, que en paz descanse también, nos animó, desde la pobreza del terruño extremeño, a labrarnos un futuro profesional más digno a través del estudio y la formación. Sus nietos, hoy día, como otros jóvenes, trabajan y viajan en libertad por cualquier país de nuestra querida Europa gracias al esfuerzo y sacrificio de muchos como vosotros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de agosto de 2004