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Pie de foto / 29 de mayo de 2004 | ESTILO

El ministro cubano y su homóloga paraguaya

Hubo allá, por el mes de mayo, en México, una cumbre de países de América Latina y el Caribe con los de la Unión Europea. Ya sabe usted que una cumbre no es una cosa muy distinta de un congreso de filólogos. Duran dos o tres días a lo largo de los cuales los participantes se desprenden de todos los tópicos que almacenan en su alma. El ser humano no soporta mucha originalidad durante mucho tiempo, de manera que de vez en cuando se tiene que desahogar eyaculando los lugares comunes almacenados en el hormiguero de la conciencia. Así, en esta cumbre Zapatero dijo que era posible "abordar conjuntamente un amplio abanico de posibilidades". ¿Quién le escribiría lo del "amplio abanico de posibilidades?". ¿Acaso había visto ya el hermoso abanico de la hermosa mujer de la fotografía? No tenemos ni idea, pero les aseguro que lo suyo fue un acierto literario frente al resto de las intervenciones.

Ahora bien, todos sabemos que en los congresos de filólogos y en las cumbres lo interesante no sucede en la sala de conferencias, sino en el bar y, por supuesto, en las habitaciones del hotel. La citada cumbre estaba llena de presidentes de Gobierno y de jefes de Estado, pero EL PAÍS eligió para ilustrar la noticia esta foto, cuyo pie decía: "El ministro de Exteriores cubano y su homóloga paraguaya". Ni siquiera ponía cómo se llamaban el ministro cubano y su homóloga paraguaya, que evidentemente no están hablando del modo de hacer frente a los desafíos de la globalidad ni de los problemas del unilateralismo, no, están pelando la pava. Sólo por un momento como éste habría valido la pena organizar aquella cumbre cuyo objetivo ya hemos olvidado. Observen cómo el ministro cubano despliega sus habilidades cinegéticas (la sonrisa, la mirada, la inclinación del cuerpo) para seducir a su homóloga paraguaya, que repasa las varillas del abanico como si cada una de ellas incluyera una posibilidad venérea. Puro documental de la naturaleza. Habría que dar un premio al fotógrafo capaz de abrirse paso entre los tediosos discursos previsibles para captar este momento fugaz. Es posible que dos segundos más tarde, y ante la presencia de un tercero, el ministro y su homóloga hubieran cambiado de posición para ponerse a hablar de cómo combatir el "flagelo de la pobreza", por decirlo con uno de los tópicos más utilizados en la cumbre.

Naturalmente, los interfectos están en su derecho a negarlo todo en el caso improbable de que este artículo les creara problemas familiares. Ello no me impediría afirmar mis sentimientos frente a esta fotografía que he conservado como un icono de la fugacidad del amor. El ministro cubano y su homóloga, que regresaron a sus países respectivos tras la breve cumbre, tal vez no sean capaces de recordar qué medidas se adoptaron para afrontar el desarrollo sostenido de los países pobres, pero quizá guarden en su memoria, palabra por palabra, lo que se dijeron en este paréntesis de las tediosas reuniones, sentados sobre las frágiles sillas de la cafetería. Por cierto, señora homóloga paraguaya, cuando se haya cansado usted de esos hermosos zapatos de tacón, regálemelos. Soy fetichista.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de agosto de 2004