Digámoslo de entrada: con su juego de apariencias detrás de las que se esconden otras cosas (un juego del que participa la entera película, que se diría una comedia si su tema no fuera tan trágico, o una tragedia si su tratamiento no fuese tan arteramente ligero), con sus personajes torturados y enloquecidos (esa determinación de heroína romántica de Watling, ese ridículo autocontrol de Tosar, esa mirada ida de Puigcorbé), con su impecable reconstrucción histórica, una de las mejores que haya visto el cine español en tiempos, Inconscientes es una de las películas formalmente más insólitas nacidas de nuestro cine en años.
Tienen la culpa de ello tanto el talento esquinado de Oristrell, amante de la paradoja y la sonrisa congelada, como el de sus coguionistas, Teresa de Pelegrí y Dominique Harari. Las andanzas, dignas de una comedia Ealing, de cuatro científicos en la Barcelona de 1913 configuran el más bien fantástico, por inhabitual, reparto.
INCONSCIENTES
Dirección: Joaquín Oristrell. Intérpretes: Leonor Watling, Luis Tosar, Alex Brendemühl, Mercedes Sampietro, Núria Prims, Juanjo Puigcorbé. Género: comedia dramática. España-Portugal-Alemania, 2004. Duración: 100 minutos.
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Otra cosa es que toda la carpintería se aguante tan bien como sus elementos de partida. El filme hace a veces agua por donde menos debería: por la consistencia de la trama, por ejemplo; por ese final, con el tan poco compartible punto de vista (que es el de la narración, sin que sea puesto en duda): "La verdad no nos hace libres". Pero toda la peripecia se aguanta sobre el implacable trabajo de sus actores, todos, y en especial Watling, inmensa, y no precisamente por la prominente barriga de nueve meses que arrastra por la trama: el talento de esta mujer para la comedia es uno de los más estimulantes motivos por los que acercarse a esta inaudita, impensable película.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de agosto de 2004