Sí señores, qué trato recibí el pasado día 12, cuando, de repente, me sentí verdaderamente mal en el momento de tomar servicio en mi trabajo (soy conductor del metro de Madrid ). Y me refiero al trato tan extraordinario que recibí por parte tanto del personal sanitario de la ambulancia, que me trasladó desde mi puesto de trabajo al hospital Ramón y Cajal, como al personal del hospital. No puedo dar los nombres de todos porque es imposible, pero sí mencionaré a los dos sanitarios del Samur, gracias a los dos ángeles (no porque lo sean, es que se llaman así), gracias por vuestra profesionalidad, delicadeza, cuidado y mimo con que me trataron.
Gracias al personal del hospital, desde las enfermeras y el enfermero, que se preocuparon de que todas las pruebas que me hicieron y todos los pinchazos que me dieron fueran lo menos dolorosos posibles, y por su simpatía y buen humor después de no sé cuántas horas de trabajo; gracias a los dos médicos que me atendieron cuando ingresé y a la doctora Dolores Taboada (de ella recuerdo el nombre porque fue la que firmó el parte); también quiero dar las gracias al resto del personal sanitario, cuyo cometido, aunque más humilde, no deja de ser importante, por eso también incluyo en mi agradecimiento a los dos celadores que se encargaron de llevarme a rayos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 31 de agosto de 2004