Cada vez que regreso de pasar mis vacaciones en Galicia, mi tierra natal, además de haber contemplado un paisaje de extraordinaria belleza, tanto de costa como de interior, vuelvo a sentir una gran inquietud por el deterioro observado en el paisaje, el medio ambiente y urbanístico (incluida la permanencia de arcaicos pasos a nivel en zonas urbanas), muy acusado en ciudades, villas y pueblos que, al parecer, no hay quien lo detenga.
Pero lo más preocupante es que al conversar con pequeños empresarios y autónomos, grandes trabajadores que llevan desarrollando sus actividades desde hace muchos años, y de gremios tan diferentes, sus quejas se extienden a las autoridades autonómicas y locales por los enormes problemas y la falta de apoyo que tienen que afrontar para continuar sus actividades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de septiembre de 2004