El presidente de Rusia, Vladímir Putin, se presentó de incógnito en Beslán a las tres de la madrugada de ayer para una visita relámpago a esta ciudad de Osetia del Norte asolada por un drama que se ha saldado con al menos 330 rehenes y soldados muertos, además de 26 secuestradores. A Putin le vieron algunos dirigentes, con quienes conversó; los miembros de las tropas de seguridad, a quienes felicitó, y varios heridos, con los que fue filmado para una versión televisiva amañada de la tragedia que es lo único que la mayoría de los rusos conocerá y lo que más preocupa al Kremlin. "Estudiamos todas las posibles variantes de evolución de los acontecimientos, pero no nos preparábamos para el asalto", dijo el presidente a quienes oficialmente habían sido responsables de la gestión de la crisis y supuestamente al corriente de las intenciones del Kremlin. Pero los rehenes supervivientes aportaban datos que abonaban la hipótesis de un asalto preparado.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 5 de septiembre de 2004