El desastre de ayer en Sarre es sólo la primera estación en el vía crucis que le espera al canciller federal Gerhard Schröder y su partido socialdemócrata (SPD) en lo que podría convertirse en su septiembre negro electoral. Las siguientes estaciones están ahí a sólo dos semanas vista. En las dos elecciones regionales del día 16 para los Parlamentos de Sajonia y Brandeburgo la derrota del SPD puede ser apoteósica y acompañada del auge de los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS) y tal vez de alguno de los partidos de ultraderecha.
Para culminar el recorrido, al SPD le espera el día 26 una elección municipal en Renania del Norte-Westfalia, el Estado federado más poblado de Alemania con 18 millones de habitantes. Una derrota similar a la de ayer en los feudos del SPD del Rín y el Ruhr haría sonar las campanas con el toque de difuntos. A Schröder sólo le quedaría esperar que en 2005 surtan efectos positivos los recortes sociales.
Los votantes del SPD no perdonan lo que consideran una traición a los principios que han inspirado a la socialdemocracia durante sus 140 años de historia: la defensa de los débiles. El electorado no entiende o no acepta los recortes sociales, impuestos por la terrible fuerza de lo fáctico: salvar lo que se pueda del Estado del bienestar para las generaciones venideras.
A Schröder y al SPD les falla la comunicación y no han sabido o podido transmitir al electorado la necesidad de las reformas. Lo más inquietante para el SPD es que ayer en Sarre perdió casi un 20% de votos de trabajadores y casi un 25% de los parados. Y lo que es más grave: un 8% de los menores de 30 años votó por la ultraderecha del NPD, que sumó un 14% de los votos de los desempleados de Sarre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de septiembre de 2004