El ascensor es, a veces, un lugar de achuchones repentinos y ardorosos; a veces, un camarín de meteorologías para salir del paso; a veces, una caja de sorpresas, del noveno a la calle. Esta mañana, temprano, te has vuelto a encontrar con ese universitario que hace mates, larguirucho, desgarbado, pelucón y que se gasta unos zapatones deportivos, que apenas si caben. Habitualmente, cambiáis unas frases ininteligibles, pero hoy, sin saber por qué, quizá porque sin percatarte has murmurado en voz alta lo de El Canal de los presos, el chico te ha indagado con el apasionamiento que le echa a una integral doble definida o a unos pechos adolescentes de anís, a la vuelta del campus. Y tú con un ímpetu juvenil y muy arrebatado le has dicho que entre 1940 y 1962, diez mil presos de guerra y de retaguardia pero de la misma ley, construyeron, a punta de bayoneta, el Canal del Bajo Guadalquivir. Ya ves, de la represión política a la explotación económica, eso y tantas otras abyecciones perpetró el franquismo, ¿lo sabías? En el séptimo, ha hecho un gesto ambiguo, se ha detenido el ascensor y una señora ha viajado hasta el quinto, en silencio. Entre el quinto y el tercero, has comentado, en una síntesis admirable, que la izquierda, con tanto pacto, había consumado el olvido hasta de sí misma. Qué suicidio. Y no se puede mantener una sociedad digna y libre y reconciliada desde una desmemoria de conveniencia. En el segundo, te ha mirado a los ojos y ha murmurado despacio: tampoco quiero perder el futuro, te ha estrechado la mano y te ha dicho su nombre, y su nombre está en la lista de las víctimas de aquella obra hidráulica de infamias y mano de obra esclava. Y has comprendido. En el primero, la mirada ya estaba decidida y has tenido la intuición de que no faltará esta tarde. En la calle, os despedís: cada uno por su lado. Y lo has visto marchar erguido, con la pequeña mochila de integrales, de sueños y evocaciones, a la espalda, como si fuera a reconquistar toda la historia que le han saqueado. Y es que la memoria siempre vuela a su cifra como una paloma invicta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de septiembre de 2004