Vaya por delante mi respeto por la profesora Gema Martín, cuyos artículos leo con interés, y mi desacuerdo con la prohibición de entrada a Estados Unidos de Tariq Ramadan, un ejemplo más de la paranoia estadounidense. Sin embargo, no estoy completamente de acuerdo sobre el personaje.
Dejando a un lado la posible discrepancia entre sus escritos y otro tipo de documentos -cassetes que se encuentran en tiendas y librerías sobre el islam-, su testimonio personal es más que cuestionable. He tenido ocasion de escuchar al señor Ramadan en un buen número de debates en la televisión francesa sobre el islam, la llamada ley del velo, etcétera.
Su ambigüedad, su falta de honestidad intelectual (¿es válido aún ese concepto?) son alarmantes. Como ejemplo, en uno de estos debates y presionado para que se definiera sobre la lapidación de mujeres adúlteras que se practica en ciertos países musulmanes, el señor Ramadan dijo estar en contra (no podría haber dicho otra cosa en televisión) y a favor de una moratoria. No una prohibición o abolición de dicha práctica, sino de una moratoria.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de septiembre de 2004