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COLUMNA

Seguridad

El verano, desde el punto de vista turístico, no ha terminado bien. Las inclemencias del tiempo atmosférico, vinculadas a continuas marejadas del levante, se han aliado para hacer declinar la temporada estival sin pena ni gloria. Hasta aquí los accidentes y las circunstancias. Junto al marco climático se alzan amenazadoras las deficiencias estructurales. Voy a desvelar un secreto a voces que casi todos los interesados conocen y casi nadie se atreve a descubrir. El principal problema con el que se enfrenta el sector turístico, al menos en el litoral mediterráneo, es la inseguridad. En las costas valencianas, por si alguien no se ha enterado, se ha dormido mal. La intranquilidad y las alarmantes noticias que corrían como la pólvora han malogrado el primer requisito para que unas vacaciones sean satisfactorias. Bandas rumanas, de inmigrantes africanos, delincuentes profesionales y mafiosos se pasean con desfachatez por las amplias avenidas que los promotores inmobiliarios urbanizan en complicidad con los ayuntamientos turísticos. Mientras unos hacen esfuerzos para adquirir la residencia vacacional de sus sueños, otros se aprestan a deshacer posiciones y retirarse a sus países de origen o a otras zonas del interior.

Las razones de la inseguridad hay que buscarlas en la insuficiencia de dotaciones policiales y en la ineficiencia de las policías municipales que más parecen adscritas a las concejalías de ferias y fiestas. El hecho de que los cacos hayan peinado zonas determinadas de la costa y que se hayan permitido la osadía de repetir en los domicilios mejor dotados, aún con sus dueños en el interior, es una evidencia de la impunidad con la que han actuado. Los responsables políticos deberían reflexionar acerca de estos delitos para explicar por qué los índices de ocupación se reducen en cantidad y en calidad de la demanda turística.

Y este panorama de inseguridad generalizada también se ha reproducido, con mayor crudeza si cabe, en las ciudades, donde este mes de agosto se han multiplicado los incidentes que han afectado principalmente a los turistas que son víctimas propicias de hurtos y atracos. En primer lugar, les suele pillar desprevenidos y, además, acostumbran a llevar encima el botín más apreciado por los delincuentes, que es el dinero.

Y puestos a hablar de dinero, el segundo problema en resolver en el panorama turístico es el segundo "atraco" que acusan nuestros visitantes. De la mano de la implantación del euro, los viajeros europeos saben perfectamente que una cerveza o una hamburguesa les cuesta más en España que en su tierra, cuando, además, aquí reciben peor calidad en el servicio y en el producto.

La tercera consideración se deriva de la carencia de una oferta turística configurada de acuerdo con los gustos y necesidades de la demanda. Es habitual que los jolgorios y festejos se programen a la medida de las preferencias de los habitantes del lugar, a base de verbenas y conciertos estridentes.

Lo que predomina es la necesidad de incrementar los niveles de seguridad, primero en las viviendas y en las personas, después en la garantía de que se va a controlar el nivel de precios para evitar la sensación de abusos y, finalmente, en la apuesta decidida para orientar la oferta turística a la demanda real de nuestros clientes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de septiembre de 2004