"Ésta ha sido una Diada en positivo, en la que este país ha demostrado que, además de tener cosas por las que quejarse o reivindicar, cuenta con una historia", aseguró ayer el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. El Gobierno tripartito decidió este año celebrar un acto institucional con participación ciudadana, el primero de estas características desde la restauración de la Generalitat. Unas 15.000 personas acudieron al parque de la Ciutadella. Y los partidos respaldaron la iniciativa. En años anteriores, las celebraciones se limitaban a una recepción en el Parlamento, además de la ofrenda floral al monumento al conseller en cap de Barcelona en 1714. Actos que ayer se mantuvieron.
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Jordi Pujol no faltó en primera fila al acto del parque de la Ciutadella, en lugar preeminente y a la derecha del presidente del grupo de CiU en el Parlamento catalán, Artur Mas. Presidieron la ceremonia Pasqual Maragall (PSC) y el presidente del Parlamento, Ernest Benach (ERC). Al término de la conmemoración, la dirección de CiU desapareció. Su paso por la recepción de la Cámara legislativa catalana fue fugaz. El líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, apenas estuvo en la sede parlamentaria.
El presidente de la Generalitat estaba exultante. La celebración institucional de la Diada había tenido ese toque ecuménico capaz de integrar bajo un sol de justicia a republicanos y populares, como así lo expresó el presidente del PP catalán, Josep Piqué.
La conmemoración oficial arrebató el protagonismo de la jornada a los grupos radicales que año tras año abuchean, silban o amenazan a aquellos políticos y formaciones a los que consideran con escasa trayectoria catalanista cuando proceden a la ofrenda floral junto a la estatua de Rafael Casanova. Los nacionalistas -CiU y Esquerra- siguen considerando la ofrenda como el eje central de la jornada, según manifestaron Artur Mas y el republicano Ernest Benach. A pesar de esas dudas de convergentes e independentistas, entre la reivindicación y la fiesta, todas las formaciones juzgaron un éxito la iniciativa.
La celebración oficial de la Diada -de media hora de duración- contó con las actuaciones de los cantantes Rafael Subirachs, Lluís Llach, Joan Manuel Serrat y Bárbara Hendricks, así como de diversas corales. No hubo ningún discurso, pero el formato del acto permitió satisfacer a todo el mundo. Hubo guiños a la tradición -en las canciones interpretadas por las corales- y al mestizaje en el castellano empleado por Serrat -inicialmente abucheado por un sector del público- y en el "Venim del nord, venim del sud" [Venimos del norte, venimos del sur] de Llach.
La interpretación de Els segadors, el himno catalán, arrancó numerosos aplausos del público congregado, desde donde fueron coreados en diversas ocasiones gritos en favor de la independencia en un día de fervor catalanista. Cerca de 900 de los 946 municipios de la comunidad colocaron ayer únicamente la bandera catalana. De las cuatro capitales de provincia, sólo del balcón del Ayuntamiento de Barcelona -gobernada por el tripartito de PSC, Esquerra e Iniciativa (ICV)- pendía la bandera española en compañía de la senyera.
Ese fervor catalanista contagió a los asistentes al acto de la Ciutadella, que competían a la hora de mostrar su conocimiento de las letras de las canciones. Los políticos también. Pasqual Maragall, el líder republicano Josep Lluís Carod Rovira, Artur Mas y el conseller en cap, Josep Bargalló, acompañaron en varias ocasiones a los intérpretes. Jordi Pujol se mantuvo en silencio.
Más participativos estuvieron el presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell; el ministro de Industria, José Montilla; el alcalde de Barcelona, Joan Clos, y el delegado del Gobierno en Cataluña, Joan Rangel. La escenografía tuvo dos momentos de clímax: la llegada de 36 mossos d'esquadra en uniforme de gala y el acto de izar la bandera catalana en un enorme mástil.
Mientras la senyera subía, los mandos militares presentes se mantuvieron en posición de firmes. "Nosotros no tenemos Ejército y no lo queremos, pero tenemos unas masas corales que representan lo mejor del país", sentenció Maragall, que dedicó toda la tarde de ayer a honrar la memoria de otro 11 de septiembre: el que acabó en Chile con el Gobierno izquierdista de Salvador Allende.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de septiembre de 2004