Asisto al debate de Política General en las Cortes Valencianas. El president Camps va a exponer la situación en que se encuentra la Comunidad. Intento el acceso a una de las tribunas de prensa. Está a tope. Como las otras, me dicen. Y es que el acontecimiento merece el interés mediático. (Las tribunas de prensa de nuestras Cortes son como una especie de corralitos donde se apiñan mis colegas. Vistas desde el centro del hemiciclo dan la impresión de unas covachuelas por donde asoman las cabezas de los/las periodistas. Algo así como les covetes del Mercado Central, pero elevadas unos metros sobre el nivel del suelo. Y más separadas. No estuvo acertado el arquitecto). Decido, pues, seguir el pleno desde la sala de prensa a través de la televisión. Camps inicia su discurso en castellano. Nos habla de la excelente situación en que se encuentra la Comunidad y del bienestar que gozamos los valencianos. Una maravilla. Algo que produce, según el president, el asombro de España y de Europa, y no sé si del mundo. Y que irá en aumento gracias al "eje de la prosperidad" que forman Madrid-Valencia-Mallorca y que Camps patrocina. Para avanzar en ese progreso, comenzó a desgranar todo un rosario de inversiones, muy acertadas y puestas en razón, seguramente, pero que suponen una cantidad inmensa de millones. Uno se pregunta, desde su ingenuidad, claro, de dónde va a salir tanto dineral. La Comunidad, es decir, los contribuyentes valencianos, estamos endeudados hasta las cejas. Y en la caja dicen no hay un duro. Junto con Cataluña absorbemos más del 90% de la deuda de todas las autonomías. Y sólo hasta el 2007 tiene de plazo el Consell para presentar presupuestos deficitarios. Claro que siempre nos queda la posibilidad de que san Vicente Ferrer nos ampare con un milagro que venga a aumentar su repertorio: el miracle de les finances. Durante la segunda parte de su intervención Camps abandonó el castellano y pasó a expresarse en un muy aceptable catalán. Eso sí: no con el acento barceloní sino con el lleidatà. Que es el mismo que utilizamos los valencianos. Es decir, el valencià. O viceversa: son los de Lleida quienes hablan con acento valenciano. Como ustedes prefieran.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de septiembre de 2004