Esta tragedia comienza dando risa y, afortunadamente, la risa dura bastante tiempo. Es un juego que recuerda algo a Sartre, algo a Camus: en un espacio cerrado cuatro personas se pelean entre sí, con todas las armas posibles -mentira, seducción, amenaza, pena, sexo- por conseguir un alto puesto de ejecutivo en una gran internacional. Es su vida la que va en ello. Quiero decir que en otro contexto sería el purgatorio y las almas enfrentadas para salir de él, o la puerta del infierno. Éste es un auto sacramental civil, con su juicio final y sus ángeles exterminadores. Si escribo poco claro es por no desvelar demasiado el final de la obra y permitir que los espectadores caigan en todas las trampas que les pone el autor, perito en ellas, en cálculo teatral, en diálogo bien cortado y con buenas respuestas.
El método Grönholm
De Jordi Galcerán. Intérpretes: Carlos Hipólito, Cristina Marcos, Jorge Roelas y Jorge Bosch. Escenografía: Gabriel Carrascal. Directora: Tamzin Townsend. Teatro Marquina. Madrid.
En el principio, tres hombres y una mujer están encerrados: hay un puesto vacante en la gran empresa, y es para uno de ellos que pase las eliminatorias: es decir, que despedace a los otros. Es el método Grönholm, que no existe en la realidad, pero podría existir: los departamentos llamados ahora de "recursos humanos" pueden llegar a ser muy duros, aunque no tanto como los que se utilizan a veces para despedir.
Ése es el paso social de la obra: la crítica del sistema de empresa a la americana. La crueldad está en que son las propias víctimas las que se despedazan entre sí. Es la parte cómica, la parte del diálogo divertido, de los engaños y las farsas. Poco a poco, a medida que va saltando al escenario la angustia de cada uno, la tragedia, la esperanza, la necesidad y el odio, la comedia deja ver sus fauces de tragedia. A mí, personalmente, me divierte mucho la primera parte, me interesa la crítica de la sociedad y de la empresa que contiene y me cansa un poco el juego de sorpresas finales, que sin embargo son la clave de la situación. El publico invitado del estreno estaba contento. Reía mucho, aplaudió mucho. Si la obra funciona muy bien como mecanismo y diálogo, los actores son extraordinarios, y acertadamente repartidos por la joven directora Tamzin Townsend.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de septiembre de 2004