Otras luces, otro ánimo, mejores desfiles. La tercera jornada de la Pasarela Cibeles con las propuestas veraniegas para 2005 se abrió con un largo desfile de Montesinos lleno de fuerza y color. Después, Andrés Sardá dio su lección de madurez, síntesis y buen gusto, para llegar a Locking Shocking, que se superaron a sí mismos con un desfile brillante de ideas y novedosa factura. Julie Sohn regaló el sereno encanto de la organza lavada.
Francis Montesinos siempre cerraba su jornada. Esta vez la abrió y dejó en la atmósfera una euforia llena de sensualidad y color con su colección inspirada en Puerto Rico: por primera vez en esta edición, el público en pleno se levantó a aplaudir. Y es que para el valenciano también ha llegado la hora de la renovación, y así sus estampados evolucionan hacia la geometría; hay un punto fino alternándose con el crochet artesano grueso, faldas para el hombre, pareos muy construidos y sedas salvajes para la sastrería.
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Sardá hizo un viaje lírico a Brasil, desde el carnaval carioca a la exuberancia amazónica, pero sólo apuntado por detalles de estilismo manejados con bastante buen gusto. Sus estampados iban de lo floral a lo barroco, apoyando una elaborada simplicidad en las líneas, donde destacan los elastizados que se vuelven terciopelo laminado en brillo (una verdadera virguería tecnológica), el tul junto al cristal y los pequeños volantes dando movimiento. Otra vez vimos los tirantes salpicados de piedras svarowski, y es buena ocasión para recordar que fue precisamente Sardá quien, en 1963, los inventó, cuando el cristal austriaco era un perfecto desconocido para la moda internacional, y desde entonces colaboran en este tipo de soluciones de fantasía.
Locking Shocking crece con cada desfile, un dúo dinámico que perfila cada vez más su riguroso trabajo innovador y su manera de entender la moda: Óscar y Ana la viven como un drama y aportan una inteligente sustancia dramática en la que se percibe que no hay elementos gratuitos ni vicio decorativista. La colección, dividida en cuatro secciones: Caos, Supervivencia, Ilusión y Orden, tenía algo de posnuclear y de maltrato en la aventura interior. Eso se respiraba con las superposiciones densas que provocan volúmenes móviles en las faldas de capa; las asociaciones chocantes del lamé cadmio con otros brillos en negro o plata, las transparencias que se hacen perversos juegos de espejos. También hubo lugar aquí para la falda de hombre, en medio de un concepto masculino transgresor e irreverente que humilla sardónicamente las convenciones. Puede decirse que es una moda muy actual, pero de alta inspiración y calidades, que se coloca a la cabeza de las de su generación.
Julie Sohn triunfó sin ningún exceso, aunque esta vez cede a su particular y tranquila interpretación del lujo con el lino esmaltado en plata envejecida. También la coreana rescata el tul de algodón y las puntas bordadas; para las organzas, reserva un tratamiento singular a base agua con un resultado tan poético como singular, con colores como el rosa veneciano y el verde otoño, del que salen soberbios trajes evanescentes. Kina Fernández mostró discreción y, a pesar de la calidad intrínseca de algunas prendas, las asociaciones no fueron felices, aunque continúa en una vía de mejora. Cerró la jornada Rafael López con su segunda línea R.Lo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de septiembre de 2004