Soy vecina de un encantador pueblo de la Ribera d'Ebre, Miravet, el cual recibe el regalo de las aguas de nuestro padre, el Ebro. El río está presente en la vida de sus habitantes y es parte esencial de ella, hasta el punto de que para defenderlo hemos recorrido cientos de kilómetros y nos hemos dejado la piel.
Ahora sufre una nueva agresión: los vertidos altamente tóxicos de una empresa cuyos beneficios lo son a costa de nuestro río y nuestras aguas subterráneas. Estamos amenazados por las nucleares de la zona, por los macro-vertederos y las centrales térmicas que se proyectan, y nosotros, los vecinos, tenemos en nuestras cocinas cuatro cubos de basura para reciclar nuestros desperdicios. Sí, somos un municipio modelo en reciclaje. ¿No creen que alguien nos está tomando el pelo?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de septiembre de 2004