De mi adolescencia, recuerdo una conversación con un compañero natural de Santiago de Chile. Hablando de su idioma pronuncié la palabra chileno. Se sorprendió y sonriendo me indicó que en Chile hablaban castellano.
Años después en casa de mis padres trabajaron personas de Perú y de Ecuador. Puedo asegurarles, en lo referente al vocabulario hortofrutícola, que la denominación de los alimentos coincidía en el 10%. Todas afirmaban hablar en castellano. Ahora resulta que en lenguajes mucho más próximos que los citados se pone en cuestión la unidad lingüística del idioma por intereses nada científicos. ¡Dejemos que opinen los filólogos y no los políticos!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de septiembre de 2004