Recorrer diariamente una distancia de 1000 metros hasta el puesto de trabajo es una vergüenza que se convierte en insulto cuando se realiza el Día sin Coches. Es un insulto al medio ambiente; es un insulto a los ciclistas que se (nos) juegan a diario la vida a golpe de pedal en las calles de Sevilla; es un insulto al peatón que observa cómo cada día el automóvil lo arrincona en exiguas aceras. Es un insulto a todas aquellas personas con una conciencia ecológica que han sido pisoteadas por los agresivos y cobardes neumáticos de coches conducidos por personas sin sensibilidad ecológica.
Entristezco ante familiares, compañeros de trabajo, vecinos que me han escupido ingeniosas excusas al recriminarles la razón por la que han optado por usar el coche. Si este aparente ingenio se encauzara convenientemente en la consecución de una ciudad más ecológica... Pero dejemos de soñar que ya es de día.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de septiembre de 2004