Prada y Armani. Estos nombres nos deben sonar a algo más que al agobiante reclamo mediático de que son objeto y protagonistas. Se trata de creadores de moda, compositores del estilismo que ya en su día contrajeron un antiguo compromiso con su propia manera de obrar y dictar en la moda. Ellos siguen teniendo mucho que decir y la verdad es que de ellos y no de los advenedizos se sigue esperando la savia evolutiva de una evolución que finalmente aparece en una moda que ha dejado de mirarse a sí misma para atender las urgencias estéticas, de mercado y hasta morales dentro de un contexto babélico y sofisticado al que llamamos ligeramente globalización.
En su desfile en Milán, Armani demostró que sigue teniendo un poder sobrecogedor sobre los materiales y las formas, un dominio excelso de la silueta y un instinto decorativo cercano a la genialidad y que ahora refulge desde las casacas mandarín al homenaje a Elsa Schiaparelli con los turbantes caracol; su inspiración en Shangai evoca lacados, la tinta sobre el papel de arroz, el cuarzoné y el jade rosa, en colores como el marfil antiguo o el palo rosa recamado en cristal.
Prada continúa en una línea ascendente de renovación estilística desde sus propios valores y el equipo de nuevos talentos sigue siendo centro de todas las miradas; es por ello que su desfile ha despertado aplausos y elogios. Miuccia Prada ha presentado una colección que puede calificarse de on line impactada por el pensamiento resultante de su experiencia con el arquitecto holandés Rem Koolhaaf; en un entorno que recibía imágenes directas de Internet de todas partes del mundo los collages aparentemente gratuitos respaldaban una colección donde el grafismo, el color y las líneas contemporáneas encontraban una eficacia comprometida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 30 de septiembre de 2004