¡Qué pesadas suelen ser las películas de superhéroes al uso! Bien sea Spiderman, Superman, Catwoman, La Máscara, Batman (no todos), X Men o cualquier otro, lo cierto es que quien esto firma (tal vez sea la edad: no es un dato despreciable, toda vez que estas películas se hacen para menores de 20 o irreductibles peterpanes) se suele aburrir. Que un personaje nacido previamente de un cómic sea capaz de suscitar la atención de un espectador adulto se antoja remoto; y, sin embargo, alguna que otra vez ocurre. Ésta es una de ésas.
En realidad, no es la primera. Si el espectador repara, también Blade II lucía modos y, sobre todo, ritmo y fantasía visual que la hacían no ya claramente superior a la primera entrega de la serie, sino sencillamente una apasionante, bien que atrozmente sangrienta, oportunidad para regresar al cine de palomitas y sesión dominical: al tiempo de la inocencia. Vuelve a ocurrir con Hellboy, la historia de un demonio que, convocado directamente del Infierno, en los días finales de la Segunda Guerra Mundial, por un brujo vendido al nazismo, termina siendo criado por un bondadoso científico y entregado a hacer el bien...
HELLBOY
Dirección: Guillermo del Toro. Intérpretes: Ron Perlman, John Hurt, Selma Blair, Rupert Evans, Karel Roden, Biddy Hodson. Género: fantástico. EE UU, 2004. Duración: 122 minutos.
Este "niño del infierno" (el inquietante Ron Perlman) es otra más de las películas hollywoodianas de Guillermo del Toro, probablemente el más original (por culto y dotado) de los realizadores contemporáneos que han hecho del fantástico su terreno de trabajo. Pero por más que venga de Hollywood no es ésta una película americana al uso, sobre todo por algo que está más allá de las potencialidades del personaje, incluso del ritmo (que no falta: es una de las marcas de estilo del mexicano) de la peripecia. Sino porque, enamorado hasta el tuétano de sus protagonistas, por más endebles que éstos resulten, Del Toro es capaz de insuflarles un hálito entre poético y melancólico, víctimas de amores reprimidos o imposibles de vivir que se dan la mano con una angustia vital que está más allá de los poderes de las criaturas.
También ocurre aquí, y es de lejos lo más interesante de esta historia de superhéroe gamberro y con sentido del humor e hipervillanos casi indestructibles, de nazis redivivos y quiromantes y agentes especiales de inconfesables actividades. Más allá de sus acciones, la truculencia y, en el fondo, la inanidad de lo que se cuenta, será recordada por ese amor tenaz y desilusionado por el que suspira Hellboy, por los momentos en los que el estruendo deja paso a la paz, la reflexión, la desesperanza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de octubre de 2004