Un grupo de países, entre los que figura España (hay empresas en cuya foto sí merece la pena estar) ha llevado hace unos días hasta la asamblea general de la ONU un plan para acabar con el hambre en el mundo.
Utopía: Las propuestas serán aceptadas. Todos o la gran mayoría de países se comprometerán a llevarlas a cabo, se adecuarán las legislaciones, y con voluntad política se pondrán en marcha los instrumentos para conseguir tal fin. Las partidas presupuestarias destinadas a ayudas al desarrollo aumentarán lo necesario, y las ayudas llegarán a destino. Los resultados comenzarán a ser evidentes en unos años y los plazos, aunque con retraso, se cumplirán. En una década, el hambre y la miseria pasarán a la historia.
Realidad: Las propuestas servirán para sentar las bases sobre las que plantear nuevos foros de discusión que desemboquen en la consecución de nuevos acuerdos sobre los que construir eventuales protocolos, en los que basarse para plantear mas y mejores propuestas, en las que asentar futuras conversaciones que conduzcan a nuevos planteamientos para establecer nuevos y constructivos diálogos, que desemboquen en un acercamiento de posturas que sirva como base a ulteriores negociaciones de las que salgan nuevas recomendaciones para poner en marcha los mecanismos necesarios que conduzcan a un consenso suficiente para evaluar prioridades y articular los procedimientos...
Mientras, en el tiempo que se tarda en leer estas líneas, 10 niños han podido morir de hambre. Ha leído bien, 12.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de octubre de 2004