"La superficie a pintar jamás debe dominar al artista; nosotros somos quienes debemos estar por encima de ella", expresaba la tarde del jueves Manuel Boix, en la lección inaugural del curso de la escuela municipal de arte Vicent Beltrán de Sueca. Boix, de 62 años, confesó no haber impartido una sola clase en su vida y manifestó, sin rubor alguno, no haberse sentido motivado por los trabajos de Andy Warhol y Susan Rothenberg la primera vez que tuvo contacto con sus obras. "El día que vi la exposición, por allá por 1962 o 1963", confesó ante un centenar de alumnos, "tan solo me impresionó una pintura de Antoni Tàpies que había en la escalera". Acto seguido, y en referencia a Warhol, dijo que tras leer "unas 2.000 páginas de una especie de dietario suyo, me sedujo el personaje; no su pintura".
La atípica clase del artista de L'Alcúdia fue una condensada lección de conceptos sobre el arte y su entorno. "Todos tenemos la obligación de ser sinceros cuando estamos pintando", dijo en un momento dado, al tiempo que recordó que en las artes plásticas contemporáneas "el porcentaje de la casualidad sobre un resultado final es prácticamente nulo".
Tras afirmar que "la intuición existe", que "el apasionamiento ni la obsesión deben dominar al artista", significó que "todas las dudas que el pintor tuvo en el momento de realizar una pintura, le saltan a cara a quien mira el cuadro".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de octubre de 2004