"Al menos ahora sé dónde está mi chiquita", dijo con voz entrecortada pero serena Graciela McLaughlin, madre de Daniela Vanegas, una niña colombiana de 15 años secuestrada y asesinada de manera salvaje por sus captores. La apuñalaron en cuatro ocasiones en el corazón. Durante casi un año, Graciela lloró, todos los días , pensando dónde estaría su hija, qué estaría viviendo. El pasado miércoles se confirmo que un cuerpo encontrado el 7 de septiembre tirado en un canal recolector de aguas, al sur de la ciudad, era el de Daniela.
El 6 de octubre del año pasado, tres hombres la secuestraron frente a su casa, en el momento en que tomaba el autobús escolar junto a sus hermanas Grace, de 17 años, y su gemela Angélica. Los captores se identificaron como hombres de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), principal grupo guerrillero del país; pedían una suma estrafalaria por su libertad: más de un millón de dólares. Tres veces enviaron pruebas de supervivencia, grabaciones con la voz de la niña pidiendo a sus padres que pagaran el rescate. La última llegó el 15 de septiembre, cuando Daniela ya estaba muerta.
"¿Cómo le puede uno decir a los niños que quieran a este país cuando ocurren cosas como éstas?", preguntó entre lagrimas Consuelo Gaviria, directora del colegio Cardenal Pacelli, donde estudiaba Daniela.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de octubre de 2004