Me parece muy lamentable que los políticos sólo se dediquen a compadecerse de la imposibilidad de resolver el problema de la vivienda. También me lo parece el hecho de que busquen excusas donde no las hay. Que si todo lo que se vende, se compra; que si no queda suelo para construir... Les muestro un ejemplo: vivo, junto con mis padres, en una urbanización de viviendas unifamiliares. Como la superficie del terreno es demasiado grande (1.600 metros cuadrados) para una sola vivienda, habíamos pensado segregar una porción de ésta y así poder construirme una casa acorde con el nivel de sueldos actual, o sea pequeña.
Realizamos una consulta al Ayuntamiento para saber los pasos a seguir en la segregación y la respuesta es que la superficie mínima en estas parcelas es de 1.000 metros cuadrados. O sea que, curiosamente, o me compro un piso a precio de oro, o me olvido de irme a vivir sólo. Y yo pregunto: ¿Para qué quiero yo un tremendo latifundio?, ¿ha contado alguien la cantidad de chalés adosados que entran en 1.000 metros cuadrados en cualquier otra urbanización?
Yo, a diferencia de doña Esperanza Aguirre, no quiero el terreno para que pase el AVE por él y embolsarme una buena cantidad de euros, si no para poder conseguir independizarme algún día.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de octubre de 2004