Tras años preguntándonos cuándo ocurriría, el Montgrí ha ardido. La causa probable es un transformador de Fecsa-Endesa. En otro país y en circunstancias diferentes rodarían cabezas. Pero aquí, este hecho pertenece a una arraigada costumbre, basada en una vetusta incompetencia administrativa, un desprecio a la ley por parte de las empresas y una insensibilidad hacia el territorio.
Como de constumbre, el fuego ha destapado nuestra ineptitud para defender las escasas zonas inmaculadas de nuestra costa, y ha puesto de relieve el desmesurado lucro de algunos, cosa que debería provocar una indignación generalizada.
Estoy seguro de que este nuevo episodio de tragedia medioambiental quedará incrustado en la memoria colectiva como inevitable.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de octubre de 2004