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Reportaje:MALTRATO ENTRE ESCOLARES

"He sentido ganas de que sufran como yo"

Un adolescente que padece acoso escolar desde hace más de dos años relata su martirio cotidiano

El acoso entre escolares, un problema "tan viejo como la escuela" según los expertos, rompe la frontera del silencio. La muerte por suicidio, el pasado 21 de septiembre, de un chico de 14 años que sufría las agresiones de sus compañeros de instituto en Hondarribia (Guipúzcoa) saca a la luz un problema que surge en los centros y afecta sobre todo a los varones en la adolescencia. Más de tres de cada 10 alumnos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) dicen haberlo sufrido alguna vez en su forma más suave, los insultos. El 4,1% reconoce haber padecido alguna agresión física, según el informe elaborado por el Defensor del Pueblo. Los expertos aconsejan mejorar la educación para la convivencia.

G., un chico de 16 años que sufre acoso escolar desde hace más de dos, relata cómo vive ese hostigamiento que ya ha derivado en agresiones físicas.

"Todo empezó hace unos años, cuando empecé a tener mis ideas claras y a tener una forma particular de vestir. Al principio sólo eran miradas de desprecio hacia mí, risas. Poco a poco, ellos empezaron a tener unas ideas contrarias a las mías. Luego ya se llegó a palabras como '¡guarro!', 'hijo de puta', '¡rojo de mierda!', etc. Y los dos últimos años han sido ya collejas todos los días en el autobús de camino al instituto, amenazas cada vez más fuertes, algún tortazo, incluso una vez un cabezazo. Las amenazas eran del tipo de 'te vamos a matar', 'luego te voy a pegar', 'voy a arrancarte ese piercing de cuajo', 'voy a pegarte hasta que te salga sangre por todos los sitios', 'aquí van a caer muchos dientes', etc. Cada cosa que pasaba (por ejemplo, un destrozo, pintada, etc.) la culpa era siempre mía y de mis amigos, pero sobre todo mía. Mis amigos y yo hemos sido siempre los diferentes en donde vivo, la eskoria".

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"Cuando me hacían o decían cosas yo sentía miedo. He tenido muchas veces miedo a ir al instituto e incluso a salir a la calle. He sentido impotencia al ver que no podía hacer nada ni defenderme. Si uno se metía conmigo o me hacía algo y yo le respondía sabía que no iba a ser él sólo el que luego me respondiese otra vez. También he sentido ganas de que muriesen (...) y de que sufriesen como yo. Lo último que me pasó fue una agresión grave hace tres semanas, aún sigo mal y aún queda hasta que se cure".

Los padres de G., que han presentado denuncia por la última agresión y encontrado cierto respaldo social, piden que se arbitren medidas para evitar un sufrimiento "tan injusto".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de octubre de 2004