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OPINIÓN DEL LECTOR

Irak en la Marina Baixa

A mi llegada por primera vez a esa zona, el panorama que observé fue desalentador. La entrada de aquel hospital era propia de una zona devastada por la guerra y el abandono. El cobertizo de la entrada era un túnel de chapa metálica, el piso muy irregular estaba bordeado por sillas de ruedas, la mayoría de las cuales se mantenían operativas gracias al esparadrapo que unían sus piezas. A la entrada de urgencias la imagen no mejoró: los cables estaban a la vista y de esa forma se podía observar cómo estaban hechas las conexiones con cinta aislante.

Pero lo peor era el aspecto de suciedad y abandono que se observaba, más que la entrada de urgencias de un hospital parecía un garito nocturno después de un sábado cualquiera. A los familiares de los enfermos, siempre les quedaba el consuelo de hacer más llevadera la espera tomando un café o un refresco en las máquinas que se habían colocado, pero cuando uno se ponía enfrente de una de ellas lo primero que le venía a los ojos era la gran suciedad que tenían las mismas. Los tabiques de la entrada estaban hechos de pladur y se podían ver las juntas ya que no se habían pintado, así como varios carteles en las puertas avisaban que algunas de ellas no se abrían por estar averiadas.

Eso sí, los trabajadores suplían estas deficiencias con una buena sonrisa y un buen hacer que no eran propios de personas que trabajaban bajo esas condiciones, era lo único que salvaba a ese hospital. Lo más chocante era la placa de la reciente inauguración, por parte del conseller del PP, de la ampliación de urgencias, que sí estaba bien visible, pero no se correspondía con la realidad: cables al descubierto, paredes sin pintura, la entrada de chapa y sin piso, sillas de ruedas arregladas con esparadrapo y suciedad por todas partes. Ése es el aspecto de las urgencias del Hospital Comarcal de la Marina Baixa que más bien parece un hospital de guerra de Irak.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 5 de octubre de 2004