Vaya escándalo con el niño ahorcado de la BIACS.
Qué mal gusto, poner un niño ahorcado con nombre y apellidos, con cara, aunque sea un muñeco tiene cara y le brillan los ojos.
Por lo menos el chico que se suicidó en Euskalerría no tenía cara.
Por lo menos las decenas de niños que mueren a diario en Irak y Palestina, los millones que mueren de hambre y sida en Africa, los de al lado de mi casa, ni tienen cara ni nombre ni apellidos; además están tan lejos que no les llego a ver.
A este, el de cartón de la BIACS, le veo los ojos, le tengo encima de mi cabeza, me mueve las entrañas, hace tambalear los cimientos de mi doble moral. Es un escándalo.
Enhorabuena al artista. Consiguió perfectamente sus fines.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 6 de octubre de 2004