Durante 14 años consecutivos se ha venido impartiendo en mi instituto una asignatura optativa, aprobada por el Ministerio de Educación, y a la que dicho organismo tituló Imagen y Expresión: Cine y Literatura. También se cursaba cada año en la UNED y en la Complutense, pero para adultos, con el mismo nombre: Cine y Literatura.
Se impartía en el 2º ciclo de ESO en dos horas semanales y consistía en la interrelación del Arte Cinematográfico y la Literatura Universal. Se veían y analizaban las obras cumbre del cine y se hacía lo mismo con las obras literarias con las que guardaban alguna relación y que por su amenidad y fácil asimilación (Poe, Conrad, London, etcétera) iban creando un gusto por la lectura y el buen cine muy necesario en los adolescentes.
El éxito fue completo. Unos ochenta alumnos cursaban cada año esa asignatura, elegida libremente, y que servía para estimular su sentido estético, ampliar su cultura y desarrollar un criterio propio que los alejaba de la nefasta influencia de los habituales medios de comunicación.
Para una juventud considerada ágrafa, carente de la más elemental base cultural y referencial, adicta a la telebasura, indiferente a todo lo que signifique un esfuerzo intelectual, esas clases significaban una pequeña dosis de conocimientos humanísticos tan precisa en estos difíciles momentos que atraviesan nuestros alumnos, dentro de un sistema educativo cada vez más cuestionado.
Sin explicación previa y sin motivo que lo justifique, la asignatura ha sido suprimida. Ochenta alumnos de secundaria, ya matriculados en ella en junio, no podrán cursarla y serán desviados a otras opciones no elegidas por ellos.
¿De quién es la responsabilidad?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 6 de octubre de 2004