En Bethlehem las cosas están cambiando muy deprisa. La mujer de Steve Roseman, Frances, forma parte de un grupo de artistas que se han comprometido para inmortalizar con sus obras los vestigios que quedan en pie del antiguo cinturón del acero en Bethlehem, que serán derrumbados en un futuro próximo.
Steve es un programador de 53 años, conservador de principios al que no le gusta escuchar a los liberales alardeando de que ellos tienen la llave para resolver los problemas del mundo. "Hablan mucho, y eso no me gusta".
Para Steve, "las cosas suenan peor de lo que son en la realidad". "No estamos en tan mala forma. La economía sube y baja, es el ciclo. Lo viejo no puede competir más con lo nuevo".
Este programador piensa que se le da demasiada importancia a la política, cuando en realidad es algo que debería ser "irrelevante".
"Lo importante es que tras los atentados del 11-S los estadounidenses trabajamos juntos por seguir adelante, a pesar de la división política. Por eso mucha gente prefiere no opinar", concluye.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de octubre de 2004