Unas 300 personas asistieron ayer al funeral y entierro de Anna Permanyer, la psicóloga barcelonesa de 53 años asesinada en circunstancias que todavía no se han aclarado y cuyo cadáver apareció el pasado jueves en las inmediaciones de una cantera cercana a Sitges.
Tras la ceremonia oficiada en el tanatorio de Les Corts de Barcelona y el traslado del cuerpo, acompañado sólo por los familiares más cercanos, hasta el cementerio, el silencio sólo se rompió para dar paso a los aplausos que espontáneamente salieron de los asistentes. El marido y los cuatro hijos de la víctima del brutal asesinato presentaban un aspecto sereno pese a la emoción.
El juez ha decretado secreto sumarial. La Guardia Civil y la policía continúan las investigaciones sobre este asesinato, que pudo producirse el mismo día de su desaparición, el 27 de septiembre. Ese día, Permanyer entró pasadas las 18.00 horas en el edificio Atalaya, en la Diagonal, donde fue vista al llegar por el conserje de la finca, pero no la vio salir. Permanyer iba a entrevistarse con una vecina a quien la familia tiene alquilado un piso para ofrecerle un aparcamiento, también de la familia. Pero no llegó a verla. Los investigadores han interrogado en los últimos días a vecinos del edificio donde fue vista por última vez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de octubre de 2004