El repique de campanas episcopal contra las reformas educativas del Gobierno lo anunció el cardenal Antonio María Rouco apenas una semana después de la victoria electoral socialista. Pero es un repique que viene de lejos: cada año, los obispos llaman a rebato a sus 14.000 docentes de catolicismo -contratados y pagados por el Estado, pero escogidos cada curso por la jerarquía eclesiástica- como punta de lanza en defensa de una clase de religión que ningún Gobierno piensa suprimir. La Unión Sindical Independiente de Trabajadores ve en esa actitud "un mar de confusión". "Lo sangrante es que nadie debate sobre la situación en que viven 14.000 profesores. No importan las personas", dice.
Más contundente fue ayer la Federación Estatal de Profesores de Enseñanza Religiosa, que tachó de "cruzada indecente" la campaña, acusó a los obispos de aplastar derechos fundamentales de sus docentes negándoles el amparo del Estatuto de Trabajadores, y calificó de "difamación" el que digan que va a desaparecer la asignatura. Este sindicato reprocha al Gobierno que no acelere las reformas para amparar derechos laborales de un colectivo sometido "al capricho anual" de sus contratadores.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de octubre de 2004