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Crítica:

'La duquesa de Alba', de Goya

Todo retrato esconde una narración. Una historia. Cuatro escritores se acercan a la exposición del Prado El retrato español: del Greco a Picasso para tratar de desentrañar o recrear la historia de algunos de los personajes eternizados por esos maestros de la pintura. A estos mundos pictóricos se asoman Chantal Maillard, Gustavo Martín Garzo, Mercedes Abad y Jesús Ferrero.

No se dejen engañar por la ligera melancolía que parece bañar el rostro de la mujer de este misterioso retrato. Como dejó escrito Malraux, un hombre (y una mujer también) es un montón de secretos y Teresa Cayetana de Alba ha dejado tras de sí unos cuantos enigmas. El hecho de que vaya de luto y luzca la banda roja que perteneció a su marido, fallecido un año atrás, es coherente con ese halo de tristeza. Pero hay algo que no encaja. Si es una viuda contrita, ¿por qué señala con el dedo una inscripción en la arena que se halla justo a sus pies y que reza: "Solo Goya"? ¿Es una manera de decir que aunque lamenta la muerte de su esposo su corazón pertenece al genial autor del retrato? ¿Sellaba el cuadro alguna clase de promesa entre el pintor y su adorada modelo? ¿Cuál es la naturaleza de la relación que unió a Goya y a Teresa Cayetana y que a tantas especulaciones ha dado lugar? ¿Hubo sólo juego y coqueteo? Si es así, ¿no llevó ella un poco lejos el juego al permitir que Goya pintara esa inscripción que tiene visos de título de propiedad? Vuelvo a observar los ojos de Teresa Cayetana y ya no veo melancolía, sino la expresión un tanto desafiante de quien sabe un par de cosas que los demás ignoran y les encantaría saber. "Jódete, posteridad", parece decir. "Jódete y especula".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de octubre de 2004