De vez en cuando, en la cultura española surgen personajes como Vicente Martín y Soler (1754-1806), avispados de niños y emprendedores de jóvenes, que un día intuyen que sólo fuera de casa podrán buscarse la vida con arreglo a sus ansias. Nacido en Valencia, formado en Italia, famoso en Viena, aventurero en Londres, imprescindible en San Petersburgo, consiguió algo muy importante en su época: el respeto de los que halló como protectores, fueran éstos Fernando IV de Nápoles, el emperador José II de Austria o la tremenda Catalina de Rusia, la más famosa de sus libretistas junto con Da Ponte. Fue, por así decir, el músico del despotismo ilustrado, del más déspota y del más ilustrado. Y español. Y europeo.
Cuarteto Canales
Martín y Soler: Una cosa rara. Palacio de El Pardo. 23 de octubre.
Los Siglos de Oro celebra el 250º aniversario de Martín y Soler con unos cuantos conciertos, entre ellos éste quemostró un retrato doblemente amable del músico, pues traía su obra maestra, la ópera Una cosa rara -citada por Mozart en su Don Giovanni-, en la versión para cuarteto de cuerda que el propio autor haría de catorce de sus números. Es decir, que se recordaba también una práctica habitual entonces: la reducción de las partituras operísticas, o sinfónicas, para el uso privado.
Una cosa rara es una suma de delicias, y la versión para cuarteto las respeta desde una óptica que no olvida ni el original ni su objeto último. La versión del Cuarteto Canales, que se ha propuesto recuperar mucha música española del XVIII y el XIX, lo hizo estupendamente, por clase individual, por empaste conjunto y, sobre todo, porque estuvieron siempre en estilo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de octubre de 2004