La entrevista del periódico de ayer a las niñas musulmanas expulsadas de su colegio por llevar cubierta la cabeza incluye una frase de una de ellas que, a mi juicio, expresa el fondo del problema mucho mejor que las reflexiones de los sabios que redactaron la llamada "ley del velo". Dice una de las expulsadas: "La educación es la que debe ser laica, no los alumnos".
Se oponen en este caso dos maneras de entender la igualdad: la primera, cercana al etnocentrismo, implica la eliminación o al menos el disimulo de lo que nos distingue, propiciando una indiferenciación que casualmente suele coincidir con la cultura que la impone. Tal es la filosofía de la "ley del velo".
La otra consiste en el reconocimiento y el respeto de las diferencias que no atenten contra derechos humanos fundamentales. Se trata en este caso de la igualdad de derechos entre personas que se reconocen como distintas y que son capaces de aceptarse y respetarse sin necesidad de renunciar a sus particularidades.
Como profesor jubilado, creo que el mensaje que se debe transmitir a los jóvenes en esta sociedad cada vez más multicultural no consiste en decirles "vamos a disimular nuestras diferencias y fingir que somos iguales", sino "vamos a convivir en paz aceptando que somos diferentes".
Una educación laica debe asegurar el respeto a las diferencias antes que propiciar una uniformidad ficticia. Lo cual no implica, por supuesto, respetar aquellas diferencias que atenten contra la dignidad de los alumnos. Entre las cuales no está el cubrirse la cabeza con un pañuelo o llevar una falda más larga de lo habitual.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de octubre de 2004