La prueba del nueve de la política de alianzas son los Presupuestos. El Gobierno obtuvo hace dos días el apoyo a los suyos por parte de ERC e IU. Numéricamente tenía la posibilidad de alcanzarla con CiU y Coalición Canaria (CC), que suman los mismos escaños (13) que IU y ERC; pero la composición del tripartito catalán condicionaba fuertemente la elección. Al acuerdo se sumaron esta vez CC y la Chunta Aragonesista. Zapatero optó en su día por descartar tanto un gobierno de coalición como un pacto de legislatura con socios fijos. Porque aspiraba a asociar a todos (menos el PP) a muchas de sus iniciativas, y porque los necesitaba para no perder votaciones en el Senado. Pero lo decisivo era garantizarse la mayoría en el Congreso. El acierto o desacierto de la decisión de optar preferentemente por ERC e IU se verá ahora.
El hecho de que uno de los dos socios preferentes sea un partido independentista es un riesgo asumido por Zapatero que trata de explotar a su favor el PP. Acusa al Gobierno de dependencia respecto a los nacionalistas en términos no muy diferentes a los que ya utilizó en 1993 contra Felipe González, y Felipe González contra Aznar en la investidura de éste en 1996. Ahora, ERC ha tensado la cuerda al máximo, presentando una enmienda a la totalidad que retiró tras acuerdos cuyo desarrollo habrá de verse en el debate pormenorizado. De lo que se sabe se deduce, sin embargo, que el partido de Carod y Puigcercós ha tenido cuidado de plantear sus exigencias en un terreno que no tiene que ver con sus aspiraciones independentistas y en relación a partidas que no afectan sólo a Cataluña. La principal se refiere al fondo de atención a la inmigración, que gestionarán los ayuntamientos y las 17 comunidades autónomas.
Lo más interesante del debate sobre las enmiendas a la totalidad fue el duelo entre Solbes y Rajoy. Como viene siendo habitual todos los años, el reproche central de la oposición fue el voluntarismo del Gobierno, su excesivo optimismo al calcular crecimiento e ingresos fiscales. Solbes respondió que los cálculos están hechos con un margen que permite cuadrar las cuentas incluso si el precio del petróleo u otros factores afectan a esas previsiones. La acusación de continuismo tiene algún fundamento, pero peor sería un cambio radical que desestabilizase las cuentas del Estado. A la larga tal vez tenga razón IU al hablar de Presupuestos de transición. Entre otras cosas porque había que absorber el déficit oculto dejado por el PP en relación al Prestige, RTVE, Renfe y compañía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de octubre de 2004