Esperanza Aguirre ha prometido rebajar notablemente el tiempo de espera quirúrgico en los hospitales de Madrid. Pues yo soy uno de esos pacientes que desde el 13 de julio espero un ingreso en mi hospital del Área 4 (Ramón y Cajal).
He cumplido con todos los requisitos previos: consultas externas, preoperatorios, etcétera, y hoy me han llamado para citarme el próximo día 8 de noviembre con el anestesista. Pero la dicha no es eterna; media hora después recibo otra llamada del citado hospital en la que se me comunica que si quiero ser intervenida en el mes de noviembre (como había sido informada en un principio) tendrían que derivarme al hospital de Fuenlabrada (a 60 kilómetros de mi domicilio), en caso contrario la espera podría alargarse de 4 a 6 meses más.
Tras rehusar el ofrecimiento, quedo nuevamente atrapada en algún listado camuflado. Empiezo desde cero. Repetiré las pruebas que ya me han realizado, perderé otra mañana de trabajo, pero me alegraré inmensamente cuando doña Esperanza dimita; porque queda claro que los pacientes pasamos de un listado a otro con una facilidad impresionante. Yo me voy a esperar hasta ser intervenida en mi hospital de referencia, porque los pacientes debemos ser lo que nuestro nombre indica, y porque además, no me veo capacitada para operarme a mí misma con un espejo. Pero usted, doña Esperanza, se va a ir... si algo de ética la queda. Y hablando de temas sanitarios: ¿usted sabe que si la hacen una mamografía en su centro de salud el tiempo de espera hasta que le es comunicado un diagnóstico es de 9 meses? Pues, póngase a la cola... que el que espera desespera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 30 de octubre de 2004