En EL PAÍS del jueves 28 de octubre se publica una interesante carta al director del señor Klappenbach en la que da su opinión sobre el tema del velo islámico. Una de las ideas que en ella aparecen, entrecomillada, es "vamos a convivir en paz aceptando que somos diferentes".
La idea de que "somos diferentes" implica en cierta forma que hay un ser inmutable. Pues bien, si aceptamos esta idea, eliminamos la razón de ser de la escuela, pues ésta existe para que los niños lleguen a ser algo distinto de lo que son, es decir, mejores.
Los niños nacen sin velo, sin creencias, igualados en su precariedad. Todo en ellos es proyecto, y nadie les pregunta si la cultura o la religión en la que se van a ver inmersos es la que más les conviene, o les gusta. ¿Acaso la familia tiene el monopolio de su formación?
Hemos aceptado la obligatoriedad de la educación en la escuela, incluso contra la voluntad de los padres. En ese mismo orden se encuadra una educación laica, para que, una vez alcanzada la madurez, pueda el individuo elegir realmente aquello que le interesa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 30 de octubre de 2004