Escribo con motivo del regreso escolar y de las nuevas políticas francesas sobre los métodos pedagógicos. Sin disciplina nada funciona, y menos el engranaje escolar. Da la sensación de que aquí, en nombre de un progresismo mal entenido, no queremos darnos cuenta de ello. Y estamos asistiendo a problemas de falta de respeto en las escuelas, problemas que los maestros no pueden solucionar ni afrontar, porque no se sienten apoyados ni oficialmente ni por los propios padres de los alumnos. De ahí, las bajas por depresión, las lagunas en educación humanística y el mal comportamiento de los alumnos. Sería bueno que se replanteara la situación como en Francia, y, gracias a una sana disciplina, que no tiene nada que ver con el autoritarismo, se rectificara el desastre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de noviembre de 2004