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Editorial:

Gibraltar desde dentro

Con Josep Piqué al frente de Exteriores, el anterior Gobierno fue el que más se acercó a un acuerdo sobre Gibraltar con los británicos, pero el intento se frustró por razones, en primer lugar, militares británicas, pero también internas españolas y gibraltareñas. Tras dos años de parón, el actual titular del departamento, Miguel Ángel Moratinos, vuelve a intentarlo con otro enfoque. La visita, la pasada semana, del secretario del Foreign Office, Jack Straw, a Madrid, tras previas conversaciones de José Luis Rodríguez Zapatero y Tony Blair, ha llevado a impulsar un "nuevo foro" de negociación, en el que, con un nuevo énfasis, se reconoce a los gibraltareños una "voz propia". Al menos en un primer momento se trata de avanzar en pasos concretos que tomen en cuenta los intereses de la población, no sólo de Gibraltar, sino de todo el Campo.

El viaje de Straw ha debido servir para desbloquear -que no resolver- sobre todo dos cuestiones prácticas: el uso conjunto del aeropuerto en el istmo, paralizado desde hace años por los gibraltareños, que rechazaban la presencia de funcionarios españoles de su lado de la Verja, y que se convertirá en verdadera prueba del nueve de que hay un cambio por parte de los llanitos, y la creación de un grupo de trabajo que examine las pensiones de los trabajadores españoles en el Peñón que fueron despedidos cuando se cerró la Verja, cuestión en la que nunca se quiso involucrar hasta ahora Londres.

De momento, se trata de generar un colchón de confianza entre todas las partes -en las que se incluirán no sólo a los gibraltareños, sino también a los alcaldes de la zona y la propia Junta de Andalucía- que lleve a medidas concretas y, eventualmente, a desbloquear la cuestión más delicada, que siempre queda en el horizonte y sobre la que el Gobierno de Blair no se ve capaz de retomar la negociación: la de la soberanía, allí donde se interrumpió hace dos años. Pero por ello mismo hay que cuidar en extremo el lenguaje diplomático. La colonia británica de Gibraltar sigue siendo una anomalía en esta Europa sin fronteras internas. Es de esperar que, esta vez, volver a empezar desde dentro de Gibraltar sirva para algo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de noviembre de 2004