Bien entrado el siglo XXI, Francia acaba con la costumbre ancestral de transmitir a los hijos sólo el apellido del padre. A partir del 1 de enero próximo, los franceses podrán dar a sus retoños el apellido de la madre, el del padre o el de los dos, en el orden decidido por los progenitores.
Esta pequeña revolución pone fin a un arcaísmo avalado por la jurisprudencia, según el cual el padre tenía un derecho natural a que el hijo llevara sólo su apellido.
Hasta ahora se admitía que la madre añadiera su apellido al del padre, solamente a efectos de uso y sin que el hijo tuviera el derecho de transmitirlo a su descendencia.
La reforma de esta práctica implica que el denominado "patronímico" se convierte legalmente en "el nombre de familia". Consecuentemente con esta novedad, se obliga a todos los hermanos a llevar los mismos apellidos y en el mismo orden que el mayor de ellos.
El padre, predominante
Eso sí, en caso de discordia entre los progenitores sobre el apellido de sus hijos, el padre seguirá siendo predominante. La reforma no se aplica a los nacidos antes del 1 de enero de 2005. Aquellos que hubieran cumplido 13 años en septiembre de 2003 pueden autorizar que se añada a su actual apellido el del otro progenitor.
La mayoría política de centro-derecha no ha cuestionado las reformas sociales introducidas por el Gobierno de Lionel Jospin, como la paridad política (en determinadas elecciones), la ampliación del periodo legal de aborto o el permiso retribuido al padre para atender a los hijos durante los primeros meses de vida.
El derecho de la madre a transmitir su apellido a los hijos proviene igualmente de ese paquete de reformas de la izquierda, pero el Gobierno actual ha dudado más respecto a su aplicación, a la que acaba de dar vía libre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de noviembre de 2004