Los diputados doceañistas reunidos en Cádiz promulgaron, el 19 de marzo de 1812, bajo el reinado de Fernando VII, la primera Constitución española, conocida popularmente como La Pepa. Para conmemorar el centenario de este acontecimiento, comenzó a construirse el Monumento a las Cortes de Cádiz en la plaza España, que se concluyó en 1929.
Transcurridos 75 años de su inauguración, su estado de conservación -responsabilidad del Ayuntamiento de Cádiz- deja mucho que desear, pese a que ha sido objeto de dos restauraciones en las últimas décadas. Exceptuando el jardín exterior, impecablemente cuidado, hay mucha suciedad en todo el conjunto monumental, con latas, bolsas y cartones de vino vacíos. Graffitis, pinturas obscenas y confesiones adolescentes de amor eterno ensucian la fachada del monumento.
El monumento, en su plano inferior, representa un hemiciclo y un sillón presidencial vacío. Aquí se observan numerosas grietas, boquetes y desniveles en los escalones. Las estatuas ecuestres de la paz y la guerra en bronce están manchadas casi en su integridad por un moho verde. En el centro, una pilastra se eleva unos 20 metros de altura, llena de rastrojos que se han abierto paso entre las grietas y de excrementos -altamente corrosivos- de cientos de palomas que han hecho del monumento su hogar.
A los pies de esta pilastra aparecen una matrona, que representa España, así como grupos escultóricos a los que les faltan brazos o trozos de vestimenta, y algunos diputados, cuyos rostros han perdido sus rasgos. Detrás, la estatua de Hércules,fundador de Cádiz, presenta un aspecto lamentable, con grietas al descubierto o tapadas con escayola y pintura blanca a modo de parches en una figura de color grisáceo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de noviembre de 2004