Me gustaría tratar de convencer a Camilo José Cela Conde, de quien admiro la biografía de su padre y su prudente actitud en problemas familiares, que cuando escribí sobre el Nobel no hice una gozosa denuncia, sino una deprimente constatación.
Pero, lo siento, en una dictadura como la de Franco uno no le dice a las autoridades quién es o no comunista, quién "sobornable" y quién "temeroso". Eso no se hace. Sin duda hay un lado oscuro en personalidades excelentes en muchos aspectos, incluida la piedad humana, que hace compatible esas dos realidades. Y son constatables por los más lejanos y, más aún, por los cercanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de noviembre de 2004