Ayer empezó en 91 poblaciones catalanas la semana de la movilidad, abolido por decreto el día sin coches. No fue un día fácil. Fue como el resto de los días: un suplicio. El transporte público vio sistemáticamente invadido su espacio, como reproduce la fotografía tomada ayer en la Ronda de Sant Antoni. Los autobuses incumplieron regularmente las frecuencias horarias, los metros iban llenos en hora punta, los peatones vieron las aceras tomadas por máquinas de motor, las personas en silla de rueda lo tuvieron difícil para moverse por la ciudad y los accesos a Barcelona rozaron el colapso. A cambio, los trabajadores del tranvía decidieron anular una huelga convocada para hoy.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de noviembre de 2004