El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, renovó ayer como cada 9 de noviembre los votos que hace la ciudad a la Virgen de la Almudena, en la misa que celebró en la Plaza Mayor el arzobispo Antonio María Rouco y que congregó a unas 7.000 personas. Pero en su segundo año como alcalde, el discurso de Gallardón fue bastante más extenso. Tenía sus razones. "Esta vez", dijo, había que expresar la "aflicción, serena, pero todavía latente, ante la pérdida injustísima de 192 ciudadanos que, procedentes de 14 nacionalidades, sentíamos como madrileños y ya no están entre nosotros" [en referencia a los atentados del 11-M].
Y añadió: "Madrid ha descubierto de un modo brutal que su disposición a vivir conforme a una visión abierta y tolerante no es compartida por todo el mundo, en un momento en que las libertades se ven desafiadas por la intransigencia terrorista". Ese descubrimiento, agregó, es mucho más penoso ante la "posibilidad de que se invoque una coartada de religión para encubrir la violencia".
Desde las primeras filas le escuchaban la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre; el vicepresidente primero, Ignacio González, así como las concejales de Urbanismo, Pilar Martínez, y Empleo y Mujer, Ana Botella. También estaban entre los asistentes el ex alcalde, José María Álvarez del Manzano, y el defensor del menor, Pedro Núñez Morgades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de noviembre de 2004